Nosotros, los latinos By Carlos Venturelli / Share 0 Tweet Los niños y niñas afirman que la escuela es uno de los lugares donde, para ellos, la violencia se manifiesta de manera más frecuente. Solamente cinco países del continente poseen leyes específicas contra la vilolencia practicada por maestros, funcionarios y compañeros. Una investigación llevada a cabo por la Coordinadora por los Derechos de la Infancia y la Adolescencia señala que la violencia se da en diferentes formas, ya sean de los profesores hacia los niños y especialmente de los de mayor edad a los de menor edad, que normalmente tienen que obedecer bajo amenazas, a las órdenes de los mayores. En el caso de no someterse a los maltratadores, estos les hacen objeto de burlas y golpes. Algunas escuelas todavía utilizan métodos arbitrarios y dolorosos de castigo, como arrodillarse sobre maíz o arroz, castigos físicos con la regla o el borrador de la pizarra, tirones de oreja o del pelo. Estas costumbres autoritarias, aún no se han extinguido, a pesar de que algunos países impulsan reformas educativas desde hace varios años, con el fin de democratizar los métodos educacionales. Según la coordinadora “los niños, niñas y adolescentes piensan que los docentes necesitan capacitarse en los derechos de la niñez y que son muy responsables en la eliminación de la violencia en las escuelas” Las escuelas latino-americanas se han convertido en lugar de riesgo para los niños y principalmente para las niñas que por su condición de genero son más vulnerables a este tipo de agresiones y al acoso sexual. La violencia física, la psicológica y el acoso sexual son, según los testimonios de los propios niños, prácticas cotidianas. la consecuencias de estas formas de violencia varían según el grado, intensidad y frecuencia de la misma, pero las repercusiones pueden ser desastrosas a corto o largo plazo. Según señala el informe, los daños físicos y psicológicos son factores que perjudican seriamente la capacidad de apredizaje de los niños. La exposición temprana y prolongada a las conductas violentas, aún como testigos, puede tener un impacto muy negativo en la maduración del cerebro de los pequeños, todavía en fase de desarrollo. Entre las muchas secuelas negativas que pueden quedar para toda la vida, se destacan la inseguridad, los problemas emocionales, la obesidad, la adopción de comportamientos de riesgo para la salud, como el consumo de drogas, relaciones sexuales precoces adicción al tabaco o la bebida. Cerca de 58% de los niños escolares de América Latina, están desamparados frente a la violencia ejercida por maestros y personal de las escuelas, al no haber en la mayoría de países de este continente una legislación al respecto. Sólo cinco países de latino-américa poseen leyes que prohiben expresamente el castigo corporal en las escuelas. Son Ecuador, República Dominicana, Honduras, Venezuela y Haití. El informe presentado en la ONU el 2006 destaca algunos principios fundamentales, reflejados en estas recomendaciones: – Ninguna forma de violencia contra los niños, niñas y adolescentes es justificable. Nunca deben recibir menos protección que los adultos. – Toda violencia contra los niños, niñas y adolescentes es prevenible. Los Estados deben invertir en políticas y programas basados en evidencias para abordar los factores causales de la violencia contra los niños. – Los Estados tienen la responsabilidad primordial de hacer que se respeten los derechos de la infancia a la protección y al acceso a los servicios, y prestar apoyo a la capacidad de las familias para proporcionar cuidados a los niños en un entorno seguro. – Los Estados tienen la obligación de garantizar que rindan cuentas los que cometan actos de violencia contra los niños y niñas. – La vulnerabilidad de los niños y niñas a la violencia está relacionada con su edad y capacidad en evolución. Algunos niños y niñas, debido a su género, raza, origen étnico, discapacidad o condición social, son especialmente vulnerables. – Los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a expresar sus opiniones y a que éstas se tengan en cuenta en la aplicación de políticas y programas. Fuente: “Acabar con la violencia contra los niños, niñas y adolescentes”, Paulo Pinheiro, 2006.